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    Han pasado 35 años, o casi, desde que terminé el colegio. 35 años, el meollo de mi vida, la Universidad,  el trabajo, la carrera profesional, el matrimonio, crear una familia, un hogar, ver a los hijos crecer, las aficiones, los recuerdos. . . tantos, y tantas vivencias. . . toda una vida.

    Y de repente me veo aquí sentado entre un montón de cincuentones como yo, los observo, intento recordar sus rostros de aquellos años, y encajarlos en los de ahora. Y casi sin darme cuenta me siento rodeado entre compañeros de colegio, como si me encontrara en el mismo aula de aquel Colegio Los Olivos, o en los campos de deportes, o en aquel viaje de estudios.

    Y tomo conciencia por un momento de cómo ha transcurrido mi vida desde aquellos tiempos hasta este momento en que me reencuentro con ellos. Toda una vida, con sus éxitos, con sus momentos amargos, con tantísimos recuerdos, con tantísimo vivido.

    Por un momento me planteo que quizás toda esta vida tuviera un punto de partida en aquel Colegio, rodeado de aquellos compañeros con los que hoy comparto un ratito de un mes de junio, con los que hoy revivo aquellos tiempos.

    Y pienso que, como si de un efecto mariposa se tratara, quizás toda esta vida que ha transcurrido desde aquellos tiempos de Colegio, toda ella se haya visto influida, encauzada, predeterminada, por aquella educación que recibí, aquellos amigos que hice, aquel espíritu de trabajo y amistad que empapó mi personalidad y que me han guiado en mis actos, en mi forma de vivir, en mi forma de ser.

    Sí, realmente creo que valió la pena ir a aquel Colegio, valió la pena todo lo que se me inculcó, valió la pena conoceros, amigos.

    Francisco Vallejo Pulpillo

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